
COMUNIDAD CODEMA




EDUCAR PARA EL POST-CONFLICTO
Vivimos en un mundo que gira locamente, en donde los seres “humanos” ahora vienen “sin corazón”, podrían decir aquellos que han sido víctimas directas o indirectas del conflicto armado, del robo constante con arma, con palabras, de lo material, de la dignidad. Me atrevería a decir que lo gritamos todos en silencio y a la vez hacemos oídos sordos a la realidad.
Cuando el mundo dejó de reaccionar ante tanta injusticia solamente porque no le tocaba directamente, porque no eran sus hijos a los que asesinaban vilmente en las calles, en los campos para luego ser sindicados de paramilitares y guerrilleros, cuando la mujer perdió su valor como persona y decidieron pisotearla, maltratarla, violarla y hasta matarla sin el más mínimo reparo, cuando los hijos empezaron una emancipación violenta y sin respeto de sus padres, cuando los animales fueron blanco indefenso de la crueldad humana y el medio ambiente se volvió el vertedero de todo aquello que desechamos, ahí empezó el mundo a cavar su tumba y a sembrar la mala semilla que da fruto en la sociedad actual.
Pasaron más de cincuenta años de barbarie, y aún quedan notables vestigios, para que los actores principales del conflicto llegaran a un acuerdo apoyado por unos, atacado por otros y que no tiene importancia para los indolentes. Y aquí estamos a portas de un país sin guerra, con la esperanza puesta en un futuro mejor y con las ganas de poder reconstruir una sociedad más justa en la que no tener no sea delito, y en donde ricos y pobres sean medidos, premiados y castigados de la misma forma.
La casa como primera escuela, tiene la responsabilidad de recobrar los valores con el ejemplo constante de los padres, abuelos, familiares y acompañantes de cada uno de los niños, jóvenes y adolescentes que han de ir a las aulas a llenarse de conocimientos y retos para su vida.
Educar después de la guerra, requiere volver a creer en los sueños y hacer de los pequeños proyectos grandes realidades.
Muchos dirán que soñar es fácil, no cuesta nada y no se darán cuenta que ahí está el secreto, que no necesitamos invertir sino las ganas, la voluntad y darnos una nueva oportunidad.
Reconstruir es necesario, más no todas las bases se deben cambiar, solo es indispensable modificar algunas extensiones del camino de la vida. Empoderar a los educandos en su papel de responsables y hacedores del futuro que les espera, materializadores de la fantasía e inminentes diseñadores del mundo a heredar, es uno de los grandes pasos a dar, a la vez debemos dejar de ver nuestro sueño como una bella utopía que solo es posible en la imaginación.
Todo empieza por un chispazo de locura atada a la realidad, seguido de la proyección de un rayo de esperanzas, metas y cientos de disparates de alegría para hacer el trabajo más llevadero, habrá de agregársele una tonelada de compromisos, esfuerzos y dedicación para al final poder obtener la tan anhelada paz, primero en nuestro corazón para que luego uno con otro trencen un verdadero lazo que garantice la sostenibilidad del nuevo estado.
Como docentes estamos llamados a motivar, a ser ejemplo a demostrar que todos somos capaces de distinta forma, que ser diferente no es malo porque somos el complemento perfecto para alguien, porque somos buenos para algo y que por pequeño que sea el aporte es indispensable en el proceso de renovación.
Cambiar las costumbres, erradicar los vicios, desaparecer las mentiras, olvidar las ofensas y confiar en los otros no es fácil, tampoco imposible, por lo tanto solo se requiere que cambiemos desde adentro, que veamos con otros ojos, tal vez con los del corazón, pero sobre todo que guardemos en la memoria la historia con lujo de detalles para no repetir los errores y dar pasos seguros a la transformación.
Todos somos responsables, todos somos protagonistas, todos somos un equipo que juega por la paz y un futuro mejor.
AUTORA: Jaqueline Arévalo Gómez (JAREGO)